Como cualquier mexicano que vive en Estados Unidos seguimos con mucho interés lo que ocurre en México. El internet ha facilitado mucho esa tarea y estamos al tanto de lo que pasa casi al mismo tiempo que quienes viven en México. Sin embargo, nada sustituye las pláticas con amigos que con frecuencia tienen puntos de vista o argumentos y hasta posicionamientos que no son reflejados en los medios.
Después de una estancia en México, lo menos que se puede decir es que la sociedad mexicana está profundamente dividida y que el factor que explica esa división es AMLO. Seguramente no sorprendo a nadie, esto es algo que ya muchos han dicho, sin embargo, al menos para mi, lo profundo de esa división y los problemas que por ello se dejan de lado o no se enfrentan como sociedad, están perjudicando de manera sensible el desarrollo de México y su futuro inmediato.
Debo confesar que mi círculo social es de académicos, exfuncionarios públicos (y algunos en funciones) y lo que se generaliza como la clase política. Sin duda no se trata de una muestra representativa de la sociedad mexicana y casi todos (pero no todos) son críticos del gobierno de AMLO. Algunos de ellos no lo eran al principio del sexenio y menos durante la campaña electoral, pero hoy ya están decididamente en contra. Los menos son favorables a AMLO.
Hay características de esta división que me llamaron la atención. La primera de ellas es que prácticamente no hay nadie “en medio”. O se está apasionadamente en contra o a favor. Cuando Donald Trump era presidente de Estados Unidos y se le acusaba de polarizar a la sociedad estadounidense, había un sector ciegamente en contra y otro a favor, pero había un sector importante de la sociedad estadounidense “en medio”.
Otra constatación es que no hay contrapesos. Los otros poderes, básicos para la democracia, están totalmente subordinados a AMLO. Es tan ridículo que diputados federales que expresan una opinión acerca de algún suceso y a la mañana siguiente se dan cuenta que el presidente tiene una opinión contraria, ese mismo diputado sale a corregir radicalmente su dicho apenas enunciado horas antes. El ejemplo mas reciente son las críticas que algunos, del partido del presidente, emitieron acerca del tono en la respuesta al Parlamento Europeo y que horas después dijeron “me equivoqué”.
Y del poder judicial mejor ni hablemos. Las grabaciones de las conversaciones del fiscal general dejan ver la promiscuidad en la que viven los jueces, incluso los de la Suprema Corte de Justicia. También en este tema la diferencia con la polarización impulsada por Donald Trump es notoria. En Estados Unidos siempre hubo contrapesos reales.
Los partidos políticos o la sociedad civil organizada no tienen ninguna voz y si acaso algunos medios de comunicación expresan críticas que son duramente atacadas por el propio presidente.
Así, un sector de la sociedad se dedica solo a criticar al gobierno de AMLO, sin reconocerle logro alguno y el otro a alabarlo sin ver ninguna falla. Y nadie en medio.
Ahora el tema es la votación general a la que se convoca en torno a una posible revocación de mandato del presidente. El debate no es si se debe revocar el mandato a AMLO o no, sino si se debe participar o no en ese ejercicio. Lo que en su momento fue considerado un avance democrático, para muchos es hoy una trampa para fortalecer al presidente y por eso consideran que es mejor no participar. Efectivamente, los promotores de este ejercicio en particular son el propio presidente y las organizaciones y partidos que lo respaldan y eso no tiene ninguna lógica porque de revocarse el mandato ellos serían los perjudicados.
Algunos de mis interlocutores están francamente espantados por las frases que los promotores del proceso usan. La frase central es “que siga el presidente”. La ciudad de México esta tapizada con esa leyenda. Lo que se esperaría debiera ser que quienes consideran que el mandato debe ser revocado promovieran eso y no vi un solo anuncio en ese sentido y que quienes consideran lo contrario usaran frases acordes y no la generalización de “que siga el presidente”. Si en la paranoia dicen, se suma esa frase a otras con las que el presidente y sus cercanos justifican sus acciones como por ejemplo “es lo que el pueblo quiere”, “me debo al pueblo”, “se sentaron las bases, pero la obra no está concluida” y con lo que otros personajes cercanos a AMLO en países como Venezuela y Bolivia han promovido, por lo menos habrá que aceptar que el temor no es una locura. Mínimamente, dicen, la frase puede servir para impulsar a la candidata que se auto presenta como la que continuará fielmente la obra de AMLO.
Y en este escenario, los problemas de México, que son muchos, siguen y se reproducen sin que nadie los atienda. Qué frustrante.