De manera frecuente surge la pregunta de como es visto México desde otras sociedades. La pregunta no es una mera curiosidad. En el mundo globalizado del que nos guste o no formamos parte, el turismo, las inversiones o el comercio y en general nuestro desarrollo, depende de manera directa de esas percepciones. Desafortunadamente se amontonan mensajes según los cuales nuestra imagen es cada vez más mala.
La más reciente es el cuestionamiento que viene desde el Parlamento Europeo acerca de lo que México no hace para proteger a los periodistas y su importante labor en una sociedad democrática. Lo anterior, que se suma a señalamientos hechos por el secretario de Estado de Estados Unidos, es severo, pero la respuesta del gobierno mexicano lo convirtió en nota internacional. De hecho, las formas empleadas anulan el contenido de dicha respuesta.
Llamar borregos, entre muchos otros insultos, a los diputados del parlamento, que son electos por los ciudadanos de los países que representan, en un comunicado oficial de un gobierno, es un exceso de forma por demás inútil. Si lo que se quería era desviar la atención del fondo del cuestionamiento, se logró a un costo muy alto.
La respuesta oficial mexicana es de tan bajo nivel discursivo que, al conocerse, solo por la forma, desde el primer párrafo, muchos pensamos que era falsa y que pronto aclararía el propio gobierno que su cuenta había sido intervenida. Sucedió lo contrario, a la mañana siguiente el presidente mexicano no solo confirmó su autoría, sino que aumentó insultos.
La opinión del Parlamento Europeo, avalada por una abrumadora mayoría, no es vinculante toda vez que dicha instancia no tiene jurisdicción sobre México, tampoco representa a los gobiernos de los países de la comunidad europea, su impacto es mediático y por mas que nos suene a disco rayado, pone a México en un paquete de países gobernados por dictadores como Venezuela. De hecho, uno de los principales promotores es un diputado español que huyó del chavismo venezolano y en sus argumentaciones menciona que lo que pasa en México no dista mucho de lo que pasó en Venezuela con Hugo Chávez. La respuesta mexicana lo confirma.
Las cosas en México van mal y las últimas semanas no han sido buenas para la administración de AMLO. Las frases hechas y los dichos en las conferencias matutinas ya no alcanzan y se recurre entonces a los pleitos externos.
Cuestionamientos sobre las condiciones de vida y trabajo de su hijo en Houston, TX., señalamientos de corrupción a integrantes de su equipo mas cercano, difusión de grabaciones de conversaciones del Fiscal General que hacen evidente un manejo turbio de las instituciones de justicia, el asesinato de un presidente municipal de un poblado “recuperado y controlado” por las fuerzas del orden, el fusilamiento de 17 personas en Michoacán, los actos violentos y asesinatos en zonas turísticas y los asesinatos de periodistas se suman a los problemas económicos y a muchos otros a los que no se da solución y hacen evidente que el país se escurre entre las manos y cada vez queda menos tiempo.
Las respuestas que minimizan los problemas con argumentos del tipo “ni son tantos muertos”, “no fuimos nosotros”, “otros países están peor”, “todo es culpa del pasado”, “inventos de nuestros enemigos” o los clásicos de la época de Felipe Calderón “se matan entre ellos”, solo pretenden distraer y no ayudan en nada. Todo lo contrario.
En este escenario y quizá como consecuencia, las divisiones en el equipo de AMLO y el aislamiento del presidente en su burbuja son cada vez mas notorios. Sus niveles de tolerancia a la crítica se redujeron a nada. Según él declaró y aunque parezca increíble, la “respuesta” al parlamento europeo la redactó él mismo con la ayuda de su director de comunicación mientras volaba a Tapachula. Sin pasar por la cancillería. Como si fuera una carta personal, como si se le hubiera olvidado que representa a un país. En realidad, el presidente no le habla al Parlamento Europeo, ni siquiera a los mexicanos. Es muy claro que sus mensajes van dirigidos a sus bases duras y a sus enemigos. Hubo hasta quien lo apoyó y esgrimió “argumentos” de porqué ese era el tono correcto.
En el proceso, el canciller mexicano quedó muy mal parado. Mientras él se dedicaba a recuperar a unas niñas cuyo padre pretendía injustamente sacar del país, el presidente redactaba la respuesta al Parlamento Europeo. Muchos opinan que, por dignidad, debería renunciar. Me sorprendería. El canciller mexicano todavía tiene la esperanza de ser el candidato presidencial apoyado por AMLO y su renuncia lo sacaría de esa lista. Para algunos, ambición mata principios. Esa renuncia llegará cuando a él le convenga, cuando se convenza de que no será el elegido y entonces buscará otras opciones.
Visto desde fuera, México duele y preocupa. Nada permite ser optimista. Las cosas pueden empeorar, queda ya muy poco tiempo para que el gobierno de AMLO tenga algunos logros y demasiado para que no pase nada.