Por: Agencia y Redacción de Poder Pluralidad PolÃtica y Agencia de New York Times en Español
México tiene una historia intensa con los migrantes internacionales, es decir aquellos que viven o buscan vivir en un país distinto al de su nacimiento. Esta historia se expresa no solamente en los mexicanos que salieron en abrumadora mayoría hacia Estados Unidos, sino aquellos que recientemente transitan por el país en busca de llegar a EE.UU, o bien los que llegan a México para residir ahí.
A pesar de esa intensidad, México no tiene una política migratoria. Recuerdo a un colega que en los años ochenta decía que la política migratoria de México era la de no tener política. Es decir, dejar que el proceso se autogobernara por las fuerzas de mercado. Eso convenía a todo el mundo, menos a los migrantes por supuesto. Y no me refiero solo a una política gubernamental, sino al Estado Mexicano en su conjunto. Muchos han obtenido ganancias impresionantes de este proceso, pero históricamente ninguno de ellos ha hecho nada relevante a favor de esos millones de migrantes.
Del lado de los sucesivos gobiernos, quizá con el actual la decepción sea mayor porque como en muchos otros temas, esperábamos más. Al inicio del sexenio los porristas de AMLO en este tema -que hoy callan-, estaban felices porque los titulares de las dos principales dependencias involucradas con el tema, el Instituto Nacional de Migración y el Instituto para los Mexicanos en el Exterior estarían en manos de un “académico especialista en el tema” y un “activista”.
La ilusión duró apenas unos meses, el “académico” -obviamente sin ninguna experiencia ni conocimiento de la migración-, fue despedido unos meses después y dejó las condiciones para que México se subordinara a Estados Unidos y surgieran las acciones más represivas hacia los migrantes centroamericanos y mexicanos de las que se tenga memoria. En cuanto al activista -que en realidad era un promotor del voto por MORENA, también fue despedido, por acusaciones de acoso laboral y hasta la fecha no ha sido sustituido.
Muchos se aprovechan o se quisieran aprovechar del tema. Los políticos suspiran por el voto de esos mexicanos que viven en Estados Unidos y como no, si esos mexicanos votaran en las elecciones mexicanas significarían más de 22 millones de votos contando a los nacidos en México que viven en EE.UU y a los nacidos en el país vecino, hijos de mexicanos y que por ley también son mexicanos.
Muchos prestadores de servicios tienen como principalísimos clientes a los migrantes. Las líneas aéreas o de transporte terrestre obtienen cuantiosas ganancias por esos migrantes. Tantas que muchas de ellas establecen rutas específicas para satisfacer esa demanda como si fueran “polleros legales”.
El mercado para el consumo de productos mexicanos en Estados Unidos por parte de estos migrantes es enorme. Hay productos mexicanos que en México ya son difíciles de encontrar y en EE.UU son de consumo común. En Nueva York se puede encontrar fácilmente refrescos “Jarritos” que muchos recordamos de nuestra infancia.
Los migrantes mexicanos son un gran negocio político, comercial, económico, cultural y no se hace nada a cambio. Incluso las remesas que AMLO dice llegan a diez millones de hogares, quizá sin darse cuenta qué esa cifra sintetiza su fracaso económico toda vez que uno de cada tres hogares dependerían de empleos que están en otro país, no tienen a cambio una sola acción, ni una, a favor de los migrantes o sus familias. Peor aún, recorta el presupuesto destinado a su protección y a los consulados.
Y de los migrantes centroamericanos que transitan por México ni que decir. Hoy, como nunca antes se instrumenta una política que vulnera sus derechos y que además se presenta como exitosa.
Se pueden dar muchas ideas, pero de nada sirve sin la voluntad política. Quizá la lección más importante, después de tantos años, es la que me dijo un migrante de los más exitosos en Estados Unidos: estoy convencido que todos nos tratan de usar y que si nosotros, los migrantes, no resolvemos nuestros problemas, nadie más lo va a hacer.
Por eso hay que participar, hay que votar, aquellos que pueden, en las próximas elecciones en Estados Unidos y por qué no, en las de México en 2021. Ese es un instrumento inmediato y al alcance de los migrantes.