Hace apenas unos días, en el marco de lo acordado en el tratado comercial entre Estados Unidos, México y Canadá, el gobierno estadounidense, protestó por la negación de derechos a los trabajadores de una planta de General Motors en Silao, Guanajuato. En particular por la legitimación del contrato colectivo que no representa libremente a los trabajadores involucrados.
A los pocos días y argumentando, con poco éxito y credibilidad, que era un asunto independiente, la cancillería protestó ante Estados Unidos por abusos a los trabajadores agrícolas mexicanos.
El T-MEC que se anunció como un gran éxito y que propició el único viaje internacional que AMLO ha realizado como presidente, es y seguramente será una plataforma más de conflicto entre México y Estados Unidos.
La protesta de referencia esta específicamente contemplada en el acuerdo mencionado, en un anexo especial para México. Refleja lo que los sindicatos estadounidenses pidieron explícitamente para dejar de oponerse a dicho tratado. En síntesis, que se acabara el charrismo sindical que en la práctica se había convertido en uno de los factores que hacían de México un país atractivo para llevarse empleos que en la lógica de estos sindicatos debían quedarse en Estados Unidos.
En ambos países los sindicatos son una fuerza política importante. La diferencia reside en que en términos generales, en Estados Unidos esa fuerza política se deriva de sus agremiados, al defenderlos y representarlos, mientras que en México esa fuerza se adquiere al controlar a sus agremiados. En síntesis, en EE.UU los sindicatos defienden a sus agremiados y en México los controlan.
Que bueno que se acabe con el charrismo sindical, sin embargo, en la medida en que los trabajadores exijan y obtengan mejores condiciones de trabajo y mejores salarios tal y como lo contempla el T-MEC, México tendrá que buscar otros factores para seguir siendo atractivo o los empleos se irán.
Otra diferencia importante es la perspectiva tan diferente que tenemos ambos países con respecto a las leyes y los acuerdos internacionales. En Estados Unidos, lo pactado o legislado rige y regula las acciones “de tierra” en el tema, mientras que en México, como bien me dijo un senador, las leyes y los acuerdos son marcos de referencia “aspiracionales”, así nos gustaría ser y mientras eso ocurre, funcionamos como realmente somos. Ni los sindicatos ni el gobierno de EE.UU se van a prestar a ese juego.
Si México fuera el que cada mañana, de lunes a viernes nos presenta AMLO, no habría mayor problema porque en su mundo, ya no hay líderes charros, ni contratos colectivos abusivos, ni empleadores que buscan controlar y mal pagar a sus empleados y entonces el T-MEC se cumpliría cabalmente.
El problema es que ese no es el caso, solo que ahora no se lo dirán los medios fifí o los críticos que él descalifica sino el gobierno de Estados Unidos con quien formalmente se tiene firmado un acuerdo.
Así, el gobierno de AMLO, con su joven secretaria del trabajo al frente, tiene varias opciones. Seguir diciendo que ya todo cambió, aunque nada haya cambiado, pensando que los funcionarios y sindicatos estadounidenses son como los porristas que asisten a las conferencias matutinas; acabar rápidamente, sin el apoyo de los gobernadores y de actores locales con el charrismo sindical y poner en riesgo cientos de miles de empleos; o seguir tapando hoyos como el de la planta General Motors cada que los estadounidenses lo señalen.
En este contexto, la estrategia de la cancillería, obviamente no acordada con la Secretaría del Trabajo, pero sí con el presidente, pretendiendo controlar el reclamo estadounidense con un “tú también”, solo refleja la ausencia de trabajo en equipo, y como gobierno, la falta de visión y estatura en la relación con nuestro poderoso vecino y un oportunismo político tan apreciado por AMLO.
Me temo que, como en los circos, el T-MEC será una pista más a la que hay que poner atención.
De Jorge Santibáñez: Es fundador y presidente de Mexa Institute es un estudioso de la migración humana y de las comunidades mexicanas en los Estados Unidos. Su conocimiento sobre estos temas le ha permitido colaborar como consultor en los gobiernos de México, España y Francia, así como en la Organización de las Naciones Unidas, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. Fue presidente e investigador de El Colegio de la Frontera Norte y participó en el servicio público mexicano, como titular de la Unidad de Planeación y Evaluación de Políticas Educativas de la Secretaría de Educación Pública. Ha impartido cursos y conferencias en instituciones como El Colegio de México, Instituto de Estudios Políticos de París, Universidad del Rey Juan Carlos, University of California, University of Southern California, New York University y American University, entre otras. Ha participado en espacios editoriales de medios impresos, radio y televisión. Es matemático por la Universidad Nacional Autónoma de México y Doctor en Matemáticas, Probabilidad y Estadística por la Universidad Louis Pasteur de Estrasburgo, Francia.