Reflexiones Montado en su sacrosanto e impenetrable púlpito en que López Obrador ha convertido el Palacio Nacional y utilizando su incontrolable verborragia, la mañana del 30 de noviembre el presidente de la república llevó a cabo otra más de sus acostumbradas embestidas contra los partidos políticos de oposición. Criticó que el PRI, PAN y PRD pretendan construir una alianza para enfrentarse a Morena (cosa que es válida y legal) en las elecciones federales del próximo domingo 6 de junio.
Advirtió que esa alianza es “muy vergonzosa” y, pronosticó, les va a afectar unirse contra el gobierno que él encabeza. Dos semanas antes de esta arremetida, estando de visita en Baja California, López se quejó que el PRI y el PAN se van a unir, para enfrentarse juntos, contra su proyecto de gobierno. “Imagínense, dijo, la dicha que me produce tener la razón histórica y además que terminen ─ambos partidos políticos─ de quitarse las máscaras (y) hagan a un lado la simulación y de manera abierta, se presenten como lo que son, representantes de una minoría que ahora se siente desplazada, se sentían los dueños”. Agregó, burlonamente y se comprometió a “que va seguir respetando (¿?) el derecho de disentir”.
Seguramente López está enfermo de Alzheimer porque ahora olvida que en 2006, 2012 y 2018 hizo alianzas, a conveniencia suya que entonces no calificó de vergonzosas, con el PT. MC, PES y Convergencia─ y ahora le produce pánico la potencial alianza del PRI, PAN y PRD ─y diría yo, la necesaria alianza para rescatar a México de la catástrofe en que AMLO lo está hundiendo─ que califica de vergonzosa.
Como resultado de una querella presentada por esos partidos políticos ante el INE contra de AMLO por efectuar declaraciones de proselitismo electoral, el 4 de noviembre este órgano autónomo envió al mandatario tabasqueño un escrito donde “Se ordena al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos se abstenga de realizar o emitir expresiones y declaraciones de índole electoral, así como utilizar los espacios de comunicación oficial ─como el Palacio Nacional─ y aprovechar las funciones inherentes a su cargo para esos mismos efectos”.
La respuesta de López no se hizo esperar. De inmediato, el lunes 7 del mismo mes, muy a su usual estilito, reaccionó virulentamente al descalificar el exhorto que justamente le hizo el INE. Así, que de agresor de los partidos políticos de oposición se convirtió en inocente víctima de la autoridad electoral.
Argumentó que “Tiene derecho a expresarse, más cuando (sus adversarios conservadores y neoliberales) van en contra del proyecto (de la) 4T que represento. Tengo la libertad (de hacerlo) y la debo ejercer”.
Esa conocida costumbre de AMLO de transformar acontecimientos que le son desfavorables, en situaciones que terminan siendo beneficiosas para él, me hizo recordar un artículo de prensa, que sobre esta mañosa manía suya, escribí hace 17 años ─el sábado 1 de noviembre de 2003─ para el periódico El Día, titulado Astuto como ardilla y mañoso como crupier.
Afirmé, en esa ocasión, que “Así es el expriista Manuel López Obrador. Con su conocida lentitud para hablar, sus pausados movimientos y sus madrugadores pelos parados, proyectando una clara imagen de tonto. Sin embargo, también advertí, que al parecer, nada de tonto tiene. Por regla general se pasa de listo”.
Cuando se le acusó de utilizar recursos del gobierno del Distrito Federal (que en ese tiempo encabezaba) para construir con demasiada antelación su primera candidatura presidencial, su respuesta fue que como no tenía interés en ocupar la presidencia de la república “lo dieran por muerto”. Pero lo evidentemente cierto es que para alcanzar ese objetivo que realmente buscaba, estaba más vivo que nunca. Por eso hoy López es presidente de México.
La mañana del 3 marzo de 2004, siendo jefe de gobierno del Distrito Federal y estando ya plenamente identificado como gobernante altamente corrupto, se hizo pasar como servidor público honesto, víctima de un complot urdido para desprestigiarlo.
Ese día, en la pantalla de un noticiario de Televisa, apareció su secretario particular, René Bejarano Martínez (esposo de la actual vicepresidenta de la Cámara de Diputados, Dolores Padierna Luna), recibiendo de manos del empresario argentino Carlos Ahumada Kurtz (pareja de Rosario Robles Berlanga) 45 mil dólares (486 mil pesos al tipo de cambio de $ 10.80 de esa fecha) para que los entregara a AMLO a cambio que éste le adjudicara un contrato de obra pública en la ciudad de México, sin someterse al correspondiente proceso de licitación que marca la ley.
Ese evidente e inobjetable acto de putrefacción gubernamental, que puso al descubierto uno de los más escandalosos casos de corrupción cometidos en esa época por el ahora presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, fue calificado por éste como un complot maquinado por el jefe de mafia en el poder, Carlos Salinas de Gortari, para sacarlo de la contienda presidencial de 2006.
Mediante este hábil salto acrobático verbal, López Obrador de persona notoriamente corrupta pasó a ser un acrisolado ejemplo de moralidad y honestidad política.
No es la primera vez que el falso mesías tabasqueño arremete contra la autoridad electoral. Hace unos días, cuando el Instituto Nacional Electoral se pronunció contra la sobrerrepresentación en la cámara de diputados, en alusión a que Morena tiene más diputados de los que le corresponden de acuerdo a los resultados obtenidos en las elecciones de 2018, AMLO respondió que ─la opinión del INE─ “Le hace lo que el viento a Juárez (porque) yo entiendo que hay grupos pequeños de conservadores que quisieran que regresara la corrupción”.
En su prédica matutina del 10 de diciembre, el presidente López pidió al Tribunal del Poder Judicial de la Federación (órgano autónomo al que AMLO ya le metió su mano para influir en sus decisiones) que le indique “Si va a poder hablar o no, si va a estar vedado para el presidente, si va a estar prohibido el hablar de la democracia, sin ya no puedo hablar de eso que me lo digan (…) estamos defendiendo la libertad que tenemos de expresarnos, si hay el propósito de hacer valer la democracia. No es expresarnos para favorecer a ningún partido, es expresarnos para que el ciudadano elija libremente a sus autoridades, que las elecciones sean limpias y libres, que no sea como antes, que no haya fraudes, que no trafiquen con la pobreza de la gente”. El lector podrá observar que este atropellado galimatías verbal del señor López, nada tiene que ver con el exhorto que le hizo el INE.
Por lo expresado por AMLO en esta prédica dogmática se infiere que el señor López todavía no se entera que desde hace dos años, automáticamente, dejó de ser líder contestatario de Morena al ocupar la presidencia de la república. Alguien de su familia debe hacérselo entender para evitar que continúe siendo eterno prisionero de tantas aberraciones y confusiones.
Desde 1994 López Obrador se ha declarado víctima de tres supuestos fraudes electorales. En 1994 al perder la elección por la gubernatura de Tabasco ante el priista Roberto Madrazo por diferencia de 297 mil 278 sufragios. Después, en 2006 al ser derrotado por diferencia de 243 mil 934 votos por el panista Felipe Calderón y en 2012 al ser vencido contundentemente por el priista Enrique Peña Nieto por la aplastante diferencia de 3 millones 309 mil 765 votos. En los tres casos López se dijo víctima de sendos fraudes electorales, que en ninguno de ellos logró presentar la menor prueba documental o evidencia que avalara sus quejumbres.
No obstante que a lo largo de 26 años López no ha demostrado que haya sido objeto de algún robo electoral, no desaprovecha oportunidad para descalificar el trabajo eficaz y honesto del INE. Al odio y rencor que siente por este instituto, se añade la animadversión que tiene por todos los órganos autónomos del Estado mexicano, a quien les adjudica, como es su costumbre y también sin mostrar prueba alguna, que son ineficientes, costosos y corruptos. A todos ellos, López les tiene puesta su demoledora mirada para darles el zarpazo a la primera oportunidad que se le presente. Ya lo hizo con la CNDH y otros órganos autónomos y va por más.
Como presidente de la república, López Obrador no construye nada pero destruye todo lo que encuentra a su paso y convenencieramente imagina que en todos existe corrupción.
Por su conservadurismo y escasa capacidad de entendimiento, López todavía no se ha enterado que desde hace 30 años los procesos electorales federales son limpios, transparentes y también dinámicos y perfectibles. Por la sencilla razón que los gobernantes ya no les meten la mano. Esto debido a que desde entonces las elecciones están ciudadanizadas. Y los fraudes electorales, como los de 1929, 1940, 1952, 1958 y 1988, que se cometieron en perjuicio de José Vasconcelos, Juan Andrew Almazán, Miguel Henríquez Guzmán y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, pasaron a ser un capítulo de la historia negra de México.
Sin embargo, resulta incongruente y paradójico, que un individuo, como Andrés Manuel López Obrador, que presume de combatir la corrupción y recientemente cumplió 9 mil 490 días de quejarse de ser víctima de fraudes electorales (que jamás ha demostrado que hayan ocurrido), siendo presidente de la república y por consiguiente la máxima autoridad del país, tenga en su primer círculo de colaboradores a un sujeto corrupto de nombre MANUEL BARTLETT DÍAZ que dirigió y ejecutó el mayor y más descarado fraude electoral que se haya cometido en el país. El fraude electoral que en 1988 robó la primera magistratura del país a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano para endosárselo al innombrable Carlos Salinas de Gortari.
Bartlett es el mismo individuo al que AMLO en 1995, en su libro Entre la historia y la esperanza, acusó de corrupto por utilizar recursos públicos para construir un fraccionamiento residencial de su propiedad en Villahermosa, Tabasco y ahora lo tiene, no sé si inexplicable o explicablemente, como director de la Comisión Federal de Electricidad.
Fue de tal magnitud la inconformidad de la sociedad por la triquiñuela electoral que realizó Manuel Bartlett que Salinas, con el propósito de legitimar su gobierno se vio obligado a tomar en cuenta el malestar de la opinión pública y dos años después creó el 11 de octubre de 1990 el entonces Instituto Federal Electoral.
Desde esa fecha, ya con las manos del gobierno fuera de las elecciones, acéptelo o no, reconózcalo o no, el presidente López, los procesos electorales han sido limpios, transparentes y altamente confiables. Los fraudes electorales dejaron de ser realidad y pasaron a formar parte del anecdotario nacional.
No obstante esto, los ataques contra el INE no solamente no han disminuido de tono ni de cantidad. Sino que convertidos esos ataques en agresivas descalificaciones sin fundamento, son difundidas contra el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, por un grupo de fanáticos de AMLO, manipulados y dirigidos presuntamente por el vocero del presidente de la república, Jesús Ramírez, en la página electrónica change.org que habitualmente es utilizada con un sentido estrictamente social y no para atacar personas no afines a López Obrador.
En esta página usualmente se buscan firmas de apoyo para protestar por omisiones y actos indebidos de las autoridades; solicitar justicia para las víctimas de feminicidios; para exigir atención médica en hospitales del sector salud y medicinas para personas con VIH o niños y mujeres con cáncer; para localizar personas extraviadas y para defender el medio ambiente y otras cosas más, de semejante índole. Pero nunca antes, como ahora se utilizan para insultar y agredir a un servidor público como lo están haciendo las hordas del lópezobradorismo salvaje.
¡Presidente López, todavía está a tiempo de corregir el camino que más pronto que tarde, lo conducirá al basurero de la historia, no a la gloria de la 4T que pretende! ¡Rectifique su actitud nociva, no sea terco, no destruya al país!