El flujo migratorio en la frontera sur de México se ha convertido en “una emergencia humanitaria”. Las autoridades mexicanas han ido reduciendo la posibilidad de que grupos de migrantes transiten por su territorio hacia la frontera con los Estados Unidos. La Diócesis de Tapachula ha desarrollado varias iniciativas en protección de los migrantes. La comunidad de San Egidio realiza una misión para dar una palabra de aliento y dar un trato humano a los miles de migrantes.
Ciudad del Vaticano
Actualmente, en la región sur de México existe “una emergencia humanitaria”. Así lo denuncia el Padre Sergio Alfonso López Méndez, sacerdote de la Diócesis de Tapachula, encargado de la Pastoral para los Medios de Comunicación, resaltando que la Diócesis se ha convertido en “una Diócesis con rostro migratorio”.
En los últimos años, la frontera sur de México ha estado marcada por un flujo migratorio cada vez mayor, sobre todo, con la aparición de caravanas, constituidas por cientos de personas provenientes de Centroamérica e iniciadas en el 2018. Ante la imposibilidad de transitar hacia los Estados Unidos, la Ciudad de Tapachula, Chiapas, se ha ido poblando cada vez más con familias de migrantes que han huido de su país de origen a causa de la violencia, de la pobreza, de la injusticia, buscando llegar a la nación del norte para tener un mejor futuro.
Red de ayuda humanitaria
El pasado 18 de enero, una nueva caravana de migrantes intentó pasar la frontera de Guatemala con México. Esta fue detenida por las autoridades mexicanas, en el municipio de Suchiate. A pesar del bloqueo, cientos de migrantes lograron pasar la frontera.
El Instituto Nacional de Migración mexicano colocó retenes para resguardar las carreteras; esto obligo a que los migrantes transitaran por caminos de extravíos, por campos, donde corren el riesgo de ser sometidos a la violencia, a la trata o al crimen organizado. Con el fin de evitar estas consecuencias, el Padre López explica a Vatican News que los sacerdotes de la Diócesis han creado “una red de ayuda humanitaria en la parte de la costa chiapaneca, que se extiende por alrededor de unos 300 km”.
El sacerdote chiapaneco explica que, a los migrantes latinoamericanos, se han agregado varios miles de personas de origen africano, procedentes de países como Angola, Malí, República Centroafricana, Congo, así como de un grupo de Oriente Medio, quienes están en espera a que se les conceda la autorización para continuar su viaje hacia los EE.UU. Algunos de ellos, reciben apoyo del gobierno, y otros buscan medios para sostenerse.
La caravana de la solidaridad
En el mismo marco, la Comunidad de San Egidio ha desarrollado una misión llamada “La caravana de la solidaridad”, reuniendo a más de 80 jóvenes voluntarios provenientes de El Salvador, Costa Rica, México, Guatemala, Nicaragua y Argentina, quienes llegaron el 9 de febrero a la Ciudad de Tapachula, con el fin de desarrollar distintas iniciativas de ayuda humanitaria para los migrantes, en colaboración con la diócesis de Tapachula y con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Albergue Belén: La casa del migrante
La misión ha sido desarrollada junto con el Albergue Diocesano Belén: “La casa del migrante”, donde se encuentra “un clima de solidaridad entre los mismos migrantes”, afirma Giovanni. Este albergue cuenta con una capacidad para 150 personas, pero debido al gran flujo migratorio, actualmente alberga alrededor de 500 personas. Otro albergue es “El Buen Pastor”, que alberga a unos 80 migrantes, en su mayoría mujeres y niños.
Ser solidarios con los migrantes
Escuchando las necesidades de los migrantes, la comunidad ha abierto dos escuelas de la paz, para niños de 3 a 6 años, y otra para los más grandes. También inauguraron dos escuelas, una para aprender inglés, y otra para alfabetizar a quien aún no ha podido aprender a leer y escribir en español.
En su testimonio, Giovanni Impagliazzo dijo a Vatican News, que muchos migrantes que están en el Albergue Belén, tienen miedo de salir, pues es allí donde la policía aprovecha para arrestarlos y llevarlos a un centro de detención de migrantes. Todos esperan una pronta respuesta a sus solicitudes de asilo. Por primera vez, dijo Impagliazzo, “jóvenes y adultos ajenos a la condición de migrante, entraron en la estructura con el deseo de dar una mano, y ser solidarios con los migrantes”.
