Recientemente, a raíz de la suspensión de la aplicación del Título 42, que permitía no aceptar y regresar casi inmediatamente a los migrantes en la frontera con México, el tema migratorio ha sido objeto de atención pública porque no se tenía (y no se tiene) certeza de lo que pasaría. No hubo noticiero que dejara de proyectar imágenes de las localidades fronterizas y de los migrantes.
La sociedad estadounidense por lo general ve este tema desde una perspectiva negativa que sobredimensiona los problemas que el proceso trae consigo y le cuesta trabajo reconocer la necesidad de recibir migrantes o los enormes beneficios derivados de su presencia. Lo último que quieren ver es un proceso desbordado en su frontera.
Aun bajo esa perspectiva, cuando se tiene la atención pública es quizá el mejor momento para impulsar cambios de mayor profundidad en la administración de este proceso. Tanto en la política migratoria de Estados Unidos como en la de los países de salida y tránsito. Es en esos momentos en los que países como México tienen mayor capacidad de negociación.
Donald Trump heredó a Biden el uso coyuntural del Título 42, una herramienta diseñada en el marco de políticas públicas de salud y que a muchos estadounidenses les proyectó la sensación de que eso permitía controlar la llegada de miles de inmigrantes. Como la percepción se convierte en realidad (aunque no siempre lo sea), Biden no suspendió su uso temiendo escenas caóticas de altísimo costo político.
Una vez que el COVID no es clasificado como una situación de emergencia sanitaria, la aplicación del título 42 es improcedente y Biden se vio obligado a encontrar “sustitutos” de esa medida. En realidad, no es difícil. Ahí está el título 8 que permite deportar a cualquier persona que está en territorio estadounidense sin contar con una autorización para ello. Esa disposición se aplica a los mexicanos desde hace décadas.
Como para dejar claro que él no es como Trump que separa familias y deporta migrantes de manera inhumana, ideó un mecanismo para ordenar la llegada de migrantes. Insuficiente, complicado y que pocos migrantes pueden satisfacer, pero mecanismo al fin y acordó con México que éste recibiera a buena parte de los migrantes devueltos y contuviera a la mayoría en su territorio.
El mensaje es claro. Trump y gran parte de la sociedad detrás de él, rechaza sin más a los migrantes, a todos. Biden abre pequeñas ventanas, estimula los caminos legales por limitados y complicados que estos sean y a quienes rechaza, lo hace de manera humanitaria.
En ambas estrategias, la de Trump o la de Biden, el papel de México es fundamental. Para controlar a los migrantes, a la buena o a la mala, para recibir a los no aceptados por el Título 42 o a los deportados por el Título 8, México es necesario. AMLO lo sabe y por eso tiene sus desplantes periódicos de “antiyanquismo” que tanto entretienen a los medios mexicanos. Porque sabe que le serán tolerados y que no tendrán consecuencias.
En mi opinión, esto abarata la posición mexicana. Se desperdicia una de las pocas oportunidades para obtener más en el tema migratorio. En particular para los migrantes mexicanos. Ninguna de las medidas instrumentadas, a pesar de la participación y colaboración mexicana, son para aliviar a sus migrantes, ni a los que ya viven en Estados Unidos ni a los muchos que todavía buscan entrar a ese país.
No sabemos bien a bien exactamente que está haciendo la administración de AMLO en su colaboración con Estados Unidos para retener migrantes en tránsito, recibir migrantes devueltos y hacerse de la vista gorda para que el crimen organizado opere a sus anchas, pero estamos seguros de que no está haciendo nada por los migrantes mexicanos.
En Estados Unidos viven cerca de 11 millones de migrantes no autorizados, la mitad de ellos son mexicanos. Viven, trabajan, estudian, socializan y consumen en Estados Unidos. Cerca de la mitad vive en hogares en los que hay por lo menos un ciudadano estadounidense, están plenamente integrados a esa sociedad. Se desperdició la oportunidad para promover y obtener la regularización de una buena parte de ellos.
Según los datos de la patrulla fronteriza, los mexicanos siguen siendo el grupo más numeroso representando entre el 30 y el 40 por ciento de esas detenciones. ¿Por qué, en las recientes negociaciones migratorias, en las que México se puso de tapete y aceptó hacer el trabajo sucio primero para Trump y ahora para Biden, no se puso en la mesa cómo beneficiar a los migrantes mexicanos? Ninguna de las medidas instrumentadas, ni en México ni en Estados Unidos, está pensada en ellos.
AMLO festeja cada mes las remesas que esos mexicanos mandan y que sostienen a millones de hogares. Ello ha sido fundamental para mantener la paz social en México y fortalecer al peso a pesar de que eso perjudica a sus familias, porque con un peso sobrevaluado reciben menos dinero para gastar en México, pero se olvida de ellos cuando negocia con Estados Unidos.
No es que los migrantes pidan o esperen nada del gobierno mexicano o necesiten de él para salir adelante en Estados Unidos. Simplemente es que ese gobierno cumpla con sus obligaciones elementales.